El desafío del ascenso: liderar sin naufragar

Lograr un ascenso dentro de una empresa es el sueño de muchos, pero la realidad es que ese ascenso puede convertirse en una trampa, tanto para quien lo recibe como para los equipos que lo rodean. ¿Cuántas veces has escuchado la frase “me dieron un ascenso, pero siento que me echaron a los leones”? Este sentimiento no es raro, y la razón principal es la falta de preparación adecuada, expectativas poco claras y una estructura organizacional que puede dejar a la nueva persona en una situación precaria desde el principio.
Imagina esto: un empleado destacado, con un historial de buenos resultados y excelente desempeño, es promovido. Todo parece perfecto. Sin embargo, en lugar de sentirse empoderado y motivado, el nuevo ascendido se encuentra enfrentando una maraña de responsabilidades desconocidas, tareas para las que nunca fue entrenado y la presión de liderar a un equipo que, hasta hace poco, eran sus compañeros de trabajo. ¿El resultado? Una mezcla de ansiedad, inseguridad y, en muchos casos, el sentimiento de que lo que debía ser una recompensa, se ha convertido en una condena.
El problema de fondo radica en la forma en que las organizaciones manejan los ascensos. Se tiende a suponer que una persona que sobresale en su puesto actual también será brillante en una nueva posición, muchas veces de liderazgo. Y aunque las habilidades técnicas sean importantes, el liderazgo es un arte completamente diferente. Si la persona promovida no ha sido preparada para asumir este nuevo rol, lo que era un ascenso puede sentirse como una caída libre.
Una de las claves para evitar esta trampa es reconocer que los ascensos no deben ser una simple recompensa por el buen desempeño en el puesto anterior, sino una transición estratégica hacia un nuevo tipo de trabajo. Esto implica que, antes de otorgar el ascenso, se debe preparar a la persona para lo que viene. Esa preparación no solo debe incluir capacitación técnica, sino también en habilidades de liderazgo, manejo de equipos, resolución de conflictos y, muy importante, la gestión de expectativas. Porque, en última instancia, un buen ascenso no se trata solo de “subir” a alguien, sino de empoderarlo para que sea exitoso en su nueva posición.
Además, el contexto organizacional juega un papel fundamental. Es común que, tras un ascenso, la persona sienta que ahora está sola en la cima, con la presión de cumplir con todas las expectativas, sin contar con un apoyo adecuado de sus superiores o de la empresa. El problema es aún mayor cuando los equipos bajo su liderazgo no están preparados para adaptarse a la nueva dinámica. A menudo, los compañeros de equipo también sienten los efectos de este cambio. De repente, el compañero de al lado es su jefe, lo que puede generar tensiones, malentendidos o simplemente dificultades para adaptarse a la nueva relación.
Es crucial que las empresas no dejen a sus nuevos líderes solos en esta travesía. Un sistema de mentoría o coaching puede ser la diferencia entre un ascenso exitoso y una experiencia de “ser echado a los leones”. Tener a alguien con experiencia que pueda guiar al nuevo líder a través de los desafíos que inevitablemente surgirán es un recurso invaluable. No solo ayuda a evitar errores costosos, sino que ofrece la oportunidad de que el ascendido crezca con confianza en su nueva posición.
Por supuesto, no todo está en las manos de la empresa. Quien recibe el ascenso también debe ser proactivo. Reconocer que este nuevo rol requiere habilidades diferentes, pedir ayuda cuando sea necesario y estar abierto a aprender es crucial para el éxito a largo plazo.
Autor: Alex Ibarra
Publicado: 2024-10-19