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El síndrome de Estocolmo

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El síndrome de Estocolmo en el trabajo es un fenómeno psicológico en el que un empleado desarrolla un vínculo emocional o lealtad hacia un jefe o entorno laboral tóxico, a pesar de estar siendo tratado de forma abusiva, manipuladora o injusta. Este síndrome, que toma su nombre de la famosa situación de secuestro en Suecia en la década de 1970, donde las víctimas desarrollaron sentimientos de simpatía hacia sus captores, puede surgir en el ámbito laboral cuando una persona se encuentra en un ambiente opresivo pero experimenta una conexión emocional hacia el jefe o la empresa. Esta conexión emocional suele ser alimentada por momentos de “bondad” ocasionales por parte del jefe o compañeros, generando en el empleado una confusión respecto a la naturaleza real de su situación.

En el trabajo, el síndrome de Estocolmo puede presentarse cuando un jefe o líder mantiene control sobre el empleado a través de tácticas manipuladoras, como la alternancia entre momentos de amabilidad y períodos de críticas intensas o control excesivo. Esto provoca en el empleado una dependencia emocional, donde busca la aprobación de esa persona a pesar de los episodios de maltrato o presión. A medida que el empleado se adapta a estas circunstancias, puede llegar a racionalizar el comportamiento de su jefe o compañeros, convenciéndose de que las críticas o el trato duro son necesarios para su desarrollo profesional o que el ambiente competitivo le hará más fuerte. La percepción de que cualquier muestra de amabilidad es un signo de aprecio genuino refuerza su apego, incluso si los aspectos positivos son mínimos en comparación con el estrés constante.

Los empleados que experimentan el síndrome de Estocolmo en el trabajo tienden a justificar las acciones de sus jefes, llegando incluso a tomar responsabilidad por sus propios malos tratos o desacuerdos. Esta respuesta defensiva surge porque el empleado siente que la lealtad al jefe o la empresa es una forma de ganar estabilidad en un ambiente incierto. En lugar de cuestionar el trato que reciben, buscan adaptar su conducta y reducir sus expectativas, convencidos de que no existen alternativas mejores. La dependencia emocional hacia el jefe o la empresa se refuerza por el temor a perder el empleo o a no encontrar un entorno mejor, lo que lleva al empleado a justificar el abuso como una “prueba de compromiso” que debe superar.

Este fenómeno afecta profundamente la autoestima y el bienestar del empleado. Al aceptar la situación y desarrollar una lealtad poco saludable hacia su entorno laboral, la persona comienza a normalizar conductas que, en otras circunstancias, le resultarían inaceptables. Este proceso de adaptación lleva a que el empleado minimice sus propias necesidades, su autonomía y su salud mental. La constante búsqueda de aprobación y la falta de límites propios generan una gran carga emocional que puede llevar al agotamiento. Además, el síndrome de Estocolmo en el trabajo tiende a crear un ciclo difícil de romper, ya que el empleado internaliza la idea de que no merece algo mejor o que cualquier intento de cambio solo resultaría en un rechazo.

En algunos casos, el síndrome de Estocolmo en el trabajo se mantiene debido a la cultura organizacional. Las empresas que premian la lealtad a toda costa y no toleran las críticas o la disidencia son terrenos fértiles para esta dinámica. Los empleados en este tipo de organizaciones suelen sentir que expresar sus opiniones o rechazar comportamientos abusivos podría poner en riesgo su posición. La falta de canales de comunicación y la presencia de jerarquías rígidas refuerzan la percepción de que la única opción es adaptarse a las reglas, aunque estas resulten injustas o perjudiciales.

Autor: Alex Ibarra

Publicado: 2024-12-28